Cuando en 1938 Leopoldo Tullio Aquila se embarca en el proyecto de fundar, en la ciudad de Nápoles, una empresa dedicada a la fabricación y comercialización de instrumentos de escritura, sabe que tiene que buscar un nombre que sea corto y fácilmente asimilable por el consumidor.
Apasionado desde hacía años por el mundo jurídico, decide crear su marca aunando las iniciales de su propio nombre, Leopoldo Aquila, junto a la palabra latina LEX, es decir, Ley.
También podemos pensar en que esta unión nos acerca a la idea de LA LEY DE LEOPOLDO AQUILA, donde empeña su palabra en ofrecer útiles de escritura de características tan notables, duraderas y fiables como los materiales que emplea en su construcción.