No cabe duda de que las estilográficas forman parte de nuestra vida cotidiana, un instrumento que, desde el anonimato, transmite nuestras vivencias, nuestras alegrías y como no, también nuestros pesares.
Cartas de amor, de ausencias, de deseos, de felicitaciones, de dolor; tímidos versos que fluyen desde lo más profundo de nuestro ser, estudios, tesis, y un largo etcétera, que para los amantes y usuarios de estos bellos instrumentos de escritura, son estos, un apéndice o prolongación de nuestras vicisitudes diarias y nos posibilitan compartir con el mundo desde las pequeñas a las grandes cosas, con un simple desplazamiento de la mano; estilográfica, papel y tinta; tacto, oído y olfato… y el gusto de disfrutar de unos momentos únicos gracias a cosas tan simples.
Miguel, un amigo de soloplumas, nacido en Pola de Lena, Asturias, allá por el año 1951, nos comenta que a los 15 años, es decir, en el año 1966, empezó a trabajar como ayudante en una empresa de pompas fúnebres o funeraria; entre sus obligaciones cuando había un óbito, estaba la de recoger y preparar todos los artículos necesarios para colocar en la habitación en la que estaba el féretro, así como la preparación, generalmente en el exterior, de la mesa donde se recogían los pésames y tarjetas de condolencia.
Para ello, y con el fin de evitar que faltase alguno de los objetos necesarios para su labor, le hicieron aprender una lista con la que repasar los útiles que tenían que aportar al presentarse en casa del finado; después de 33 años, aún recita de memoria esas frases que, entre otras cosas, incluían materiales de escritura.
Velas, Portaplumas, Plumas, Bandeja, Papel, Pisapapeles,
Cristo, Capiteles, Paños, Frascos, Chinchetas y Crucetas.