En esta obra póstuma, titulada Un sombrero lleno de Cerezas, (Un Cappello pieno di Ciliege) publicado originalmente en 2008, la florentina Oriana Fallaci (1929 – 2006) nos relata la historia de sus ancestros, de aquellas personas que a lo largo de unos 250 años fueron dejando su rastro en los genes, que finalmente, llegarían a formar parte de Oriana.
Idea concebida hacía muchos años y postergada ante los retos diarios de su vida, ocupó con las investigaciones en todo tipo de archivos y en viajes para conocer los sitios en los que sus antepasados vivieron, los últimos 15 años de su vida, con una intensidad frenética a partir del momento en que conoce el mal dolent que le aqueja, también heredado junto con los genes, y que la vencería un 15 de Septiembre.
Obra de lectura amena, que recoge la historia italiana vivida a través de sus familiares, un relato que nos atrapa desde el primer momento con la prosa ligera, cautivadora y amorosa con que Oriana Fallaci desglosa su viaje a sí misma, a caballo del reencuentro con sus mayores.
Su lectura es ineludible, tanto para quien desee pasar un buen rato, como para quien esté interesado en la historia, en las costumbres, o en los modos de vida de un cuarto de milenio, que además supuso la incorporación de grandes descubrimientos que nos han facilitado nuestro día a día.
Figura en esta sección por la exposición que hace de Caterina, una antecesora en el linaje, empeñada en aprender a leer y a escribir, lo cual acaba consiguiendo al casarse con Carlo, que la instruye; tanto es su interés, que llega a desplumar a ocas vivas para conseguir plumas y a utilizar sabanas y almohadones como papel, cuando éste se acaba.
Señalamos algunos párrafos extractados de ese capitulo, ya que sería muy largo reproducirlo íntegramente.
“La pluma, afilada demasiadas veces, se había quedado cortísima, y la pella de tinta sólida había quedado reducida a una baya”
“La tinta fue el problema menor”
“Consistía en hacerse con algo de goma arábiga, disolverla con vino de calidad…”
“El problema de la pluma resultó más peliagudo: las que pagaron la cuenta, fueron, sí, las ocas que les regaló…”
“Pero para entonces Caterina ya contaba con una remesa suficiente como para abastecerla durante años: el problema de la pluma se había solventado”