Anécdota contada por el periodista español José Oneto, amante usuario de plumas estilográficas, con motivo del homenaje rendido por el Club de la Escritura a Camilo José Cela, a quien se otorgó su primer Premio Pluma de Oro, donde deja entrever el momento mágico de empuñar una estilográfica, dejar volar la imaginación o los recuerdos, y sentir que la inspiración fluye a través de la tinta de nuestra pluma, con la misma facilidad con que lo hace la sangre de nuestras venas.
“El silencio de la redacción me dejó bloqueado, no podía ni escribir una línea.
Me marché de la redacción y en una cafetería saqué mi pluma estilográfica (una de las muchas que tengo, y ninguna regalada, por cierto), y comencé a escribir un artículo sobre los primeros 16 años de la revista.”