La editorial Salamandra ha editado en España el libro titulado Hijos del Ancho Mundo, del medico-escritor etíope, de ascendencia hindú y afincado en California, Abraham Verghese (1955).
En el trasfondo del rico intercambio entre varias culturas que conviven en un hospital en Adis Abeba, a caballo entre los regimenes de Haile Selassie y Mengistu, se va desgranando la historia de Marion y Shiva; estos gemelos vienen al mundo mientras su madre, la hermana Mary Joseph Praise, ayudante de cirujano del que al parecer también son hijos, muere en el parto.
El doctor Stone, desquiciado por el dolor provocado por la pérdida de la única mujer que en realidad amaba, huye dejando a los niños abandonados; estos serán cuidados y protegidos por los integrantes del hospital, ejerciendo de padres una ginecóloga y otro cirujano.
Alejándose de la morbosidad que parece intuirse al principio de la novela, nos desvela la trayectoria humana de sus personajes, el despertar a la sexualidad, el amor por la profesión médica, la grandeza moral de los médicos y los matices particulares que en este relato, recrean una etapa de la historia reciente de Etiopía.
Es una novela densa, escrita de forma inteligente y que cautiva desde sus primeras páginas por la sencillez y presentación entretenida de su argumento, ya que aunque también se incluyen las enfermedades y operaciones que se realizaban en el hospital, no se convierten en abuso, ayudando a enriquecer la historia.
Como siempre en estos casos, traemos a colación las frases que tienen que ver algo con nuestros gustos por las estilográficas y la escritura:
“Con gafas y estilográficas en los bolsillos, parecía un joven…”
“Puso el capuchón a la pluma, recogió sus papeles…”
“… en la mesilla de noche con una pluma en el Índice de…”
“Buscó maquinalmente en el bolsillo del pijama, luego en la oreja, una pluma, porque el viejo Ghosh lo abría anotado. Pero o tenía una pluma ni necesidad de escribir ya nada.”
“… es más probable que lleve una pistola que una pluma. ¡Bang! ¡Bang!”
“Alargué la mano para coger mi pluma, Hema me puso el cuaderno delante y empecé a escribir: No hay…”
“… y ejemplares de Caligrafía de Bikham Simplificada (para Jóvenes Oficinistas) en el sitio que ocupábamos cada uno de nosotros. Encima de cada cartilla había una pluma Pelikan nueva, resplandeciente, la Pelícano, el sueño de todos los niños del colegio, y además con cargas… una auténtica novedad.”